Don
Simón Rodríguez, precursor y animador de la inquietud bolivariana, es por
antonomasia el Maestro del Libertador; antes de que éste independizara a
América, Rodríguez (su "Maestro Universal") hace su tarea:
independiza a Bolívar, lo divorcia de la realidad tradicional y lo acerca a la
verdad futura; le ayuda a conseguir la perspectiva propia de un creador, a
intuir su faena y a calcular las fuerzas de sus auxiliares y sus enemigos.
Simón Rodríguez llama a Bolívar a ser terriblemente cuerdo entre aquellos
mediocres que se autoestiman depositarios del buen juicio y de la sensatez, y a
los ojos de los cuales la Independencia tenía que ser una locura singular.
Simón
Rodríguez, en 1794 presentó al Cabildo de Venezuela un proyecto de Escuelas
Públicas, donde analizaba el sistema educativo para aquel entonces y donde
planteaba la necesidad de la participación activa de los alumnos en las
cátedras, exponiendo sus ideas y aclarando sus dudas. Pero las autoridades
coloniales no le prestaron ninguna atención.
Simón
Rodríguez, además, de su conocimiento y talento como educador, sintió también
la inquietud de la Libertad; participó en el movimiento revolucionario de Gual
y España, y complicado en esta tentativa de independencia, abandonó el país al
fracasar el movimiento y se traslada a Jamaica, suplantando su nombre por el de
Samuel Robinson, para evitar cualquier vengativa por parte de las autoridades
del rey.
Simón
Rodríguez solía decir: "No quiero parecerme a los árboles, que echan
raíces en un solo lugar; sino al viento, al agua, al sol, a todas esas cosas
que marchan sin cesar".
En
los años finales de su vida, Simón Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá
buena parte de su obra a causa de un incendio que devastó a buena parte de la
ciudad. En 1853, emprende un nuevo viaje al Perú, acompañado por su hijo José y
su amigo Camilo Gómez, quien lo asistirá en el momento de su muerte, ocurrida
en el pueblo de Amotape el 17 de julio de 1853. Setenta años después, sus
restos fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y desde allí, al
siglo justo de su fallecimiento, fueron devueltos a Caracas, ciudad natal,
donde reposan en el Panteón Nacional.
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